Sinfonía en clave de MAC. Obras maestras del Museo de Arte Contemporáneo
Exposición temporal que reúne obras recién adquiridas por el museo con obras históricas de la colección. Del 5 de diciembre de 2024 al 1 de junio de 2025
En los últimos años, el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid ha apostado por bellas propuestas emanadas de importantes ferias como ARCO y Estampa; y de eventos tan relevantes como Apertura. Algunos materiales inéditos, correspondientes a estas adquisiciones, conviven con otras piezas muy arraigadas en la colección.
Si consideramos la historia artística del siglo XX como una sucesión de rupturas con la tradición, comprobamos que esta disrupción se sustenta en la deconstrucción de códigos establecidos en nombre de la belleza y de la atribución de los objetos a su significado funcional. Hay artistas como Carmen Calvo, Susana Solano, Julia Spínola y Nacho Criado que se distancian de la literalidad, buscando nuevas e intuitivas atribuciones, a partir de una indagación que incurre en la memoria personal o en la inspiración industrial.
Creadores permeables a la transgresión matérica son Eva Lootz, Adolfo Schlosser, Rafael Canogar y Ferrán Sevilla, a tenor de las posibilidades que ofrece la naturaleza, el símbolo y la conciencia povera.
Man Ray y MªLuisa Sanz nos invitan a desprendernos de toda conciencia trágica, convocando al Homo ludens en una fábula surrealista y pop, respectivamente.
En la Escuela de Nueva York compartían la necesidad de expresarse a través del acto espontáneo e inmediato de pintar. La noción platónica en torno a la idea pura se traslada al arte por medio de la materialidad de la pintura y de la tela o la tabla. En Águeda de la Pisa, José Guerrero, Amaya Bozal o Salvador Victoria también hay un mundo interior preexistente en el que la experiencia externa se relativiza. Leo Serrano, que se expande de la danza al papel y del papel a la tela, se inspira, como José Guerrero, en los palacios nazaríes de Granada, a través de elocuentes formas ornamentales.
Los artífices del Equipo 57 entienden el arte como un medio para llegar a soluciones prácticas, sociales, aplicables a los objetos de uso diario; participan de la actitud reivindicativa tan característica de las vanguardias. Su concepto de la interactividad del espacio plástico continúa siendo vigente.
Más preocupada por el proceso que por el resultado, Teresa Solar demuestra una poderosa capacidad analítica sobre el espacio y el tiempo. La tensión entro lo natural y lo construido, pensamiento y lenguaje, lo tecnológico y la generación de movimientos sistemáticos definen su trabajo.
En los códigos de la abstracción Elvira Amor se interroga acerca de la experiencia de estar en este mundo, de ser un cuerpo entre los cuerpos, del cambio y la metamorfosis. Preguntas de las que se derivan reflexiones sobre la relación entre el conocimiento y la percepción, la naturaleza de la experiencia visual o los límites de la pintura.
La dualidad propia de los Esquizos de Madrid es expresada por Luis Gordillo más allá de los límites físicos del cuadro. Le acompañan los hermanos Quejido y Carlos Forns Bada, con propuestas ancladas en la más vívida efervescencia de campos de color, en el caso de los primeros, y en la síntesis de mito e identidad, en el segundo.
El universo minimalista, sobrio y elegante de Andreu Alfaro y Eusebio Sempere toman forma en esculturas donde hipótesis e hipnosis se despliegan en geometrías evocadoras que generan recorridos ordenados y aparentemente simétricos.
Metáforas vitales preceden al silencio de Soledad Sevilla y a un baile de líneas sinuosas bajo el influjo del perpetuum mobile tan arraigado en José Luis Alexanco. Ambos artistas surgen del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid.
En la ceremonia de la imitación se puede dar un proceso de desenfoque y reducción para que el relato sea más íntimo, para pintar la sensación. La fenomenología de Pablo Palazuelo, Carmen Laffón, Alberto García–Alix, Juan Muñoz, María Droc y Juan Ugalde se desapasiona, se refugia en un lugar de aguas profundas sin distracciones, melancolizada y difuminada en un plano atemporal. La experiencia perceptiva se aproxima más al misterio que a la historia.
En las obras de Miguel Ángel Campano y Eduardo Vega de Seoane se suma, a una gran carga gestual, con retazos constructivos, una compleja red de significantes. Espontáneos y minuciosos, articulan a un tiempo zonas emancipadas e imágenes solapadas. Como en el trabajo de Paloma Peláez, ritmo, caos, instancias primarias y elementos deformados reivindican la tradición pictórica y una intensa cualidad sinestésica.
Se dice que Dubuffet practicaba un arte tosco y quizá por eso para él la pintura era una terapia salvaje y voluntaria. Pues bien, Juan López captura asfalto de carreteras y autovías y lo traspasa a un papel artesanal fabricado ex profeso. Alejado de su condición primigenia, un material proveniente del suelo queda reinterpretado a merced de un estudio semiológico sobre la ciudad contemporánea, surtidora constante de nuevas cartografías, como lo es esta exposición.