El retablillo de Don Federico
A sus siete añitos. Federico García Lorca vio instalarse en la plaza de su pueblo una carreta de titiriteros. La conmoción de presenciar el espectáculo fue tal que dejó al pobre niño con fiebre por la emoción y lo marcó para siempre. A tal punto que los títeres y el teatro serán habituales en la obra del poeta. Esa emoción es la que queremos reproducir en los niños y las niñas, la de la carreta de títeres, cantos poemas e historias que llega a su colegio a divertir y hacer sentir.
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