Retratos

Retratos

Aunque la especialidad de Laurent como fotógrafo fue el retrato, posiblemente sea ésta su faceta menos estudiada, quizás porque la espectacularidad de sus trabajos sobre las obras de arte y de ingeniería han restado protagonismo al amplísimo elenco de retratos de toda suerte de personajes que realizó durante toda su carrera.

A lo largo del siglo XIX, como consecuencia del auge de un clase burguesa acomodada, surgieron nuevos clientes potenciales para el retrato, con el mismo deseo, que anteriormente había sido un privilegio exclusivo de la nobleza, de fijar para siempre su semblante.

Esta circunstancia dio lugar a la producción de retratos pictóricos “menores”, realizados por retratistas de oficio que fueron sustituidos por fotógrafos a medida que avanzaba el perfeccionamiento de las técnicas fotográficas. La introducción sucesiva de técnicas que facilitaban la obtención rápida de retratos fotográficos, desde el daguerrotipo inicial, hasta aquellas otras que permitían realizar múltiples copias, como el calotipo o la carte de visite - varias imágenes de un solo disparo-, propició el hecho de que algunos estudios fotográficos fueran ampliando su clientela a todo el espectro social.

Uno de los máximos exponentes de esta tendencia fue el francés J. Laurent, prolífico retratista, con especialización tanto en los retratos sin retoque, como en los coloreados. Su agenda incluía artistas plásticos, músicos, personajes de la escena y del circo, escritores, toreros, políticos, militares o eclesiásticos. Entre quienes se pusieron ante los objetivos de la casa Laurent, no faltarán miembros de la familia real y de la nobleza que, aunque siguen recurriendo al retrato pictórico, han aprendido a valorar también la ascendiente técnica fotográfica. También, y por efecto mimético, acudirán a su estudio los burgueses acomodados que pretenden hacer llegar sus imágenes a familiares y amigos o, simplemente, acrecentar el álbum familiar; todos ellos permitirán al fotógrafo completar una nómina que le servirá para crear las galerías de celebridades, en realidad una estrategia de propaganda tanto para el retratista, como para el retratado.

En general, Laurent realizó un tipo de retrato que no variaría demasiado a lo largo de su carrera, la mayor parte de las veces, fotografía a sus personajes con el rostro y el cuerpo levemente ladeados. Sin embargo es posible observar cierta evolución entre los retratos de los primeros años, con personajes algo envarados y ajenos a los escasos elementos decorativos, y los realizados a partir de la década de 1860 que expresan una actitud claramente más relajada. En todos los casos, la iluminación está bien compensada, es suave y envolvente y utiliza las luces y sombras posteriores para perfilar con sutileza al personaje. Al mismo tiempo conjuga con especial acierto la utilización de los decorados con la personalidad del retratado, empleando fondos neutros o con escasos elementos decorativos para el retrato formal de los graves personajes públicos decimonónicos; mientras que para los retratos de actores, cantantes, niños y todos aquellos que desearon transmitir una imagen más amable de sí mismos, se servirá de ambientaciones mucho más elaboradas, incluso de un panorama.

Al hilo del reconocimiento que Laurent alcanzó en pocos años como retratista, pronto incorporó a su producción nuevas facetas también vinculadas al retrato, como la fotografía de caricaturas de personajes célebres, o los mosaicos y composiciones en los que incluía en un mismo soporte un conjunto de retratos, bien en óvalo, distribuidos formando figuras alegóricas a los personajes, o bien figuras silueteadas sin ninguna distribución intencionada que ocupaban toda la imagen.

La maestría de Laurent como retratista convirtió a su estudio en un establecimiento tan célebre en el Madrid decimonónico que incluso es citado en alguna novela de un escritor tan descriptivo de ese momento como Galdós; sin embargo el fotógrafo no se limitaría a retratar a cuantos acudían a su estudio, sino que incorporó a su álbumes tipos populares y personajes de la calle que completan el espectro social de un tiempo que nos es posible reconstruir fácilmente a partir de sus múltiples retratos.

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