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Exposición de fotografía de David Martín Martín.  

Dice mucho de una cultura la forma en que se afronta la muerte. Esta exposición ilustra cómo la celebración mexicana del Día de Muertos es toda una fiesta en honor a sus difuntos. Un viaje fotográfico por su intrahistoria cotidiana más allá de la estética a la luz de una vela. Muestra los preparativos, pero también un final de fiesta con sus luces y sus sombras… El antes, el día: Comienza la jornada preparando la decoración floral y las ofrendas con las que vestir altares caseros y cementerios. Algunos con más medios que otros. El durante, la noche: Es mágica. A la luz de las velas, el amarillo del cempasúchil es un manto de color entre rezos, brindis, lágrimas y música. Abuelos, hijos y nietos rinden homenaje a sus seres queridos. El después, el amanecer: Todo termina, y hasta su propio final es un recuerdo de lo que ha sido, de lo que queda, lo que permanece. Una vez más, también se encuentra la belleza en lo decadente, lo abandonado, lo desechado