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Más allá de Madrid Río, o más acá, asomado a la plaza de Huarte de San Juan y a dos manzanas de la Avenida de Extremadura, el mercado de Tirso de Molina es un edificio singular donde habita un pequeño mundo de comercio.

El mercado ofrece la comodidad de un recorrido en una sola planta, con veinticinco puestos especializados en alimentación y con otros servicios como un taller de reparaciones de electricidad y un colmado de alimentación ecológica.

Todos los mercados incluyen entre sus pliegues alguna página de la historia local, más o menos cercana, más o menos remota, y en el mercado de Tirso de Molina el poso de la historia se manifiesta en su característica fachada de ladrillo visto, donde puede verse un escudo republicano que recuerda el año de su inauguración -1932-, y en una de las vigas del techo, partida por efectos de un obús lanzado durante la Guerra Civil.

Pero en el mercado de Tirso de Molina no sólo se escribe la historia, sino que se vive cada día -fluida relación entre vecinos y comerciantes, interacción con el entorno- y de vez en cuando incluso se graba: en 2016 se rodaron algunas escenas de la película Que Dios nos perdone.