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A espaldas de la Gran Vía, y dentro de un edificio de aire racionalista, habita un mercado que se ha hecho grande de manera natural. El mercado de los Mostenses es un organismo vivo donde se alterna lo imprescindible -una amplia oferta en productos frescos a precios muy competitivos- con lo imprevisible: un colmado de productos coreanos, una zurcidora china o un dispensario de caviar iraní.

Repartidos en tres plantas o ubicados a pie de calle, los más de cien puestos del mercado abarcan un espectro amplísimo del negocio alimentario -con nutrida representación de la gastronomía latinoamericana y oriental- y ofrecen servicios variados -peluquería, reprografía, floristería-, además de contar con una planta reservada para oficinas. La historia del mercado discurre paralela a la de la propia Gran Vía.

Antes de la inauguración del edificio actual, el mercado había conocido otra ubicación cercana, en el solar sobre el que luego se levantaría el cine Azul. La piqueta se llevó por delante el viejo mercado de Los Mostenses, durante la construcción del tercer tramo de la Gran Vía (1925), y hubo que esperar a 1946 para que la plaza volviera a tener su central de abastos.