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Del techo desciende el taconeo de la escuela de arte flamenco y del suelo ascienden los golpes de las carretillas que traen y llevan género. Entre una cosa y otra, se abre paso una amplia oferta de ocio y restauración que se complementa -dialoga- con los puestos del mercado tradicional: carnicerías y pollerías, verdulerías y fruterías y pescaderías que sirven fuera y dentro del mercado. El mercado de Antón Martín es un trasiego de gente que compra, de gente que se sienta a comer y de gente que se lo lleva a casa.

Aunque el mercado, tal y como lo conocemos hoy, se abrió al público en 1941, hace más de trescientos años que se vende comida en la plaza de Antón Martín. Asomado a la calle Atocha, con un ojo puesto en el Barrio de las Letras y otro en Lavapiés, presenta una imagen en constante renovación -fachada intervenida por enormes grafitis- que se corresponde con lo que hay dentro: actividad permanente alrededor de la comida, ya sea un plato de ostras, media docena de croquetas de autor o kilo y medio de calabacines.

Inaugurado en el año 1941, el mercado de Antón Martín, situado en el barrio de Embajadores, junto al Cine Doré, sede de la Filmoteca Española, cuenta con más de 80 locales, entre puestos interiores y tiendas exteriores.